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Templo Dragón

Templo Disidente de la Tradición Nativista Correlliana, de la Religión Wicca; en el Mundo Entero

Muérdago: Viscum album

Las leyendas que rodean al muérdago son muy numerosas en los países celtas y germánicos, donde éste pasa por tener poder mágico: permite abrir las puertas del mundo subterráneo, aleja a los demonios, confiere la inmortalidad y, detalle propio y particular de las tradiciones latinas, es inatacable por el fuego.
 
Temiendo que la oscuridad de diciembre venciera al sol y lo ocultase, se decoraban las casas con acebo, hiedra, muérdago y laurel, ya que estas hojas perennes, al seguir en el mismo estado aparente después de ser arrancadas, eran símbolo de inmortalidad.
 
Para los druidas celtas no había planta más sagrada que el muérdago, que debía ser cortado en luna nueva o al sexto día de la luna con una hoz de oro (o al menos sin la intervención del hierro ya que el uso del hierro está prohibido en la mayor parte de los ritos religiosos, pues ahuyenta a los espíritus).
 
Y si la encina era un árbol sagrado, el muérdago, que precisamente crece sobre las encinas, era la planta más importante, considerada como la piedra filosofal ya que en él encontraban remedio para prácticamente todo, era utilizada tanto en ritos mágicos como en medicina. También lo daban a comer a los animales para hacerlos fecundos.
 
El muérdago, o "rama de oro", es el símbolo de la luz, que permite explorar las sombrías cavernas de los infiernos sin peligro y sin perder allí el alma. Es fuerza, sabiduría y conocimiento.
 
Como la "rama verde" es un símbolo universal de regeneración y de inmortalidad, la "rama de oro" es el muérdago, cuyas hojas verde pálido se doran a los rayos del sol del invierno. Su cosecha coincide con el nacimiento del año.
 
Se ha hablado también de su poder como antídoto contra cualquier veneno.
 
Aunque la tradición inglesa es más antigua, en España se ha adoptado la costumbre de colgar una rama de muérdago colgada en el dintel de puerta de la casa durante la Navidad, pero hay que quemarla el día de Reyes (el doceavo día tras la Navidad) porque caso contrario, la buena suerte prometida se vuelve en contra; otras tradiciones, afirman, sin embargo que se ha de conservar hasta el año siguiente, en cuyo caso habría que quemarla el día de santa Lucía el 13 de diciembre, el doceavo día antes de la navidad.
 
Es posible que esta costumbre de quemar el muérdago provenga de una creencia popular según la cual los cazadores regresaban cargados de energías negativas por su sangrienta actividad y, quemando el muérdago, al que se adherían los espíritus, alejaban a los fantasmas vengadores de los animales sacrificados.
 
Se dice que si se sujeta una hoja de muérdago sobre un vendaje, las heridas sanarán con mayor rapidez.
 
 
Adela Ferrer

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