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Templo Dragón

Templo Disidente de la Tradición Nativista Correlliana, de la Religión Wicca; en el Mundo Entero

Escupir

Las brujas causaban sus maleficios o maldiciones contra otros utilizando su propia saliva o escupiendo durante el conjuro. Algunas brujas escupen a las piedras mientras las frotan a la vez que recitan maldiciones.
 
La saliva es parte del hombre y todo lo que a ella se haga tendrá en él un efecto correspondiente. Un indio chilote que recoge el salivazo de un enemigo lo pone en una patata y expone ésta al humo, diciendo al mismo tiempo ciertos conjuros, en la creencia de que su enemigo se irá consumiendo a medida que el humo va secando la patata. También, pone el salivazo dentro de la boca de una rana y arroja al animalito a un río inaccesible e innavegable, lo que hará que la víctima humana tiemble y se estremezca de calenturas. Los nativos de Urewera, comarca de Nueva Zelanda, gozan de gran reputación como hábiles brujos. Se decía que hacían uso de la saliva de la gente para embrujarla. Por esto, los visitantes tenían buen cuidado de ocultar sus esputos, temiendo proveer de material a estos brujos para trabajar en su daño. Del mismo modo, en algunas tribus africanas meridionales no se atreverá a escupir ningún hombre cuando el enemigo está cerca; podría encontrar su escupitina y entregársela a un brujo que la mezclaría con ingredientes mágicos para dañar de este modo a la persona que la escupió; aun en su propia casa la saliva es cuidadosamente barrida y destruida por igual razón.
 
Había varios usos para la saliva. En Laponia, las brujas podrían causar muchos tipos de enfermedades y desgracias a las personas al escupir tres veces sobre un cuchillo y luego frotar el cuchillo en sus víctimas. Otro encanto de las brujas de Laponia era condenar a alguien a la destrucción haciendo tres nudos con una toalla de lino en el nombre del Diablo, escupiendo sobre ellos y nombrando a la víctima.
 
Esta práctica de escupir en los hechizos persiste, especialmente en las sociedades tribales. Las hechiceras Marquesas escupen en las hojas y las entierran recitando conjuros contra sus enemigos. Los hechiceros Malay combinan saliva, sangre, orina y excremento en efigies de arcilla, que se asan a la vez que se maldice a la víctima a la muerte. En la nigromancia, el especialista a veces escupe al evocar los espíritus de los muertos.
 
Del mismo modo, en otras prácticas de magia, algunos médicos creen que la saliva de la víctima ayuda a aumentar la potencia del hechizo. Por lo tanto, varias personas piensan que es imprudente escupir indiscretamente, pues se cree que los demonios capturan la saliva de uno y la usan para el mal. Entre las tribus de África oriental, Sudáfrica y Nueva Zelanda, la saliva se esconde para que no caiga en manos de los hechiceros.
 
Los cazadores de brujas europeas durante la Edad Media y el Renacimiento creían que las brujas eran incapaces de derramar lágrimas, y para engañar a los inquisidores se colocaban saliva en sus mejillas.
 
El escupir en la magia popular es una defensa universal contra el mal de ojo, la mala suerte, la enfermedad y la brujería. La costumbre que se remonta a la época romana incluye escupir en el zapato derecho cada mañana, escupir en el inodoro después de orinar, escupir en el pecho o en el suelo tres veces, y escupir al pasar por cualquier lugar donde pueda existir peligro. Plinio registró la eficacia de la saliva contra diversos trastornos, tales como los forúnculos, las infecciones oculares, la epilepsia, y la lepra.
 
Se cree que la saliva es especialmente potente en la protección de los lactantes y los niños contra la fascinación. En Italia, por ejemplo, las personas sospechosas de lanzar mal de ojo sobre los niños debían ser escupidos en la cara para anular el daño causado.
 
La práctica de escupir en las dos manos antes de luchar para fortalecer los golpes se remonta a la época romana.
 
El uso mágico que puede hacerse de la saliva la señala, igual que a la sangre y a las recortaduras de las uñas, como una base material apropiada para un convenio, puesto que cambiando su saliva las partes concertantes se dan así el uno al otro garantía de su buena fe. Si después alguno de ellos reniega del contrato, el otro puede castigar su perfidia por un tratamiento mágico de la saliva del perjuro, que tiene bajo su custodia. Así, cuando los wajagga del África oriental desean hacer un trato, las dos partes contratantes se sentarán con un tazón de leche o de cerveza entre ellos y después de recitar un conjuro sobre la bebida, cada uno sucesivamente tomara una bocanada de la leche o cerveza y se la introducirá al otro en la boca. En los casos urgentes, cuando no hay tiempo para gastarlo en ceremonias, sencillamente se escupirán a turno el uno al otro dentro de la boca, lo cual sella el convenio a las mil maravillas.
 
 
Fuente: EL Caldero de Luna.

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