¡Oh café! Por el torrencial Nombre del Poder te invoco,
consagrándote al servicio de la Magia de la Luz.
¡Deja que las pulsaciones de mi corazón sean fuertes, regulares y lentas!
¡Deja que mi cerebro se mantenga alerta en la labor suprema del autocontrol!
¡Que mi fin deseado sea efectuado por tu fuerza, Adonai, para quien la Gloria sea siempre!
¡Amén sin mentira, Amén, Amén de Amén!
Aleister Crowley