Figura femenina con manto ceñido cubriéndola todo el cuerpo excepto los pies con las manos por fuera del manto. Se cree que es una figura orante.
Una de las manifestaciones de la religiosidad de la sociedad ibérica se materializaba en la ofrenda a los santuarios de exvotos fabricados de forma casi industrial, mediante fundición a la cera perdida, las piezas más elaboradas, y mediante forjado, las figuras más esquemáticas.
Estos exvotos fueron depositados en los santuarios durante generaciones, por lo que se han localizado grandes acumulaciones de los mismos asociados a las cuevas-santuario de la Alta Andalucía, destacando las jienenses de Collado de los Jardines, en Santa Elena y Cueva de La Lobera en Castellar.
Presentan gran variedad de formas humanas y animales, en las que se observa una evolución estilística. A mediados del siglo VI a.C. se percibe la influencia del arte griego arcaico y la diferencia de tipos es más escasa. A partir del siglo IV-III a.C. aumenta la diversidad y se generalizan las figuras esquemáticas y la representación de partes anatómicas, perdurando su fabricación hasta la romanización. Son un reflejo de la diversidad social, así como de la complejidad de la religión ibérica ya que se asocian a cultos de fertilidad, ritos de paso y curación de enfermedades.
Las mujeres ibéricas aparecen representadas de diferentes formas: vestidas y desnudas, simplemente estantes o en actitudes orantes u oferentes.
Tomado del M.A.N.