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Templo Dragón

Templo Disidente de la Tradición Nativista Correlliana, de la Religión Wicca; en el Mundo Entero

¿Existen las hadas?

Un texto de Jesús Callejo

Confieso que después de quince años investigando, hablando con testigos, escribiendo libros y recibiendo cartas de lectores sobre duendes, hadas y otros espíritus de la naturaleza me he dado cuenta de que estoy como al principio: perplejo. Y también fascinado por un mundo cuya realidad última se me escapa y de la que, después de tanto tiempo, apenas sé nada.

Poco puedo decir sobre estas criaturas que el lector no sepa salvo que para mí las hadas no surgen del conocimiento ni de la historia ni siquiera de la literatura. No son fantasmas ni brujas. Nada tienen que ver con la realidad que percibimos ni con los mapas geográficos ni con los sueños ni con la religión.

No hay evidencias ni pruebas definitivas de su existencia, aunque sir Arthur Conan Doyle, tras investigar el caso de las hadas de Cottingley, llegara a la conclusión contraria al decir en 1922:

“No intentaré afirmar que la prueba sea tan arrolladora como el caso de los fenómenos espiritistas... pero entran en el contexto de la parapsicología y aunque tratemos de encontrar más pruebas las que ya existen bastan para demostrar esta verdad: la Gente Menuda existe”. He conocido y leído auténticos tratados feéricos que abordan aspectos de estos seres desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito, la leyenda, el teológico e incluso desde un punto de vista antropológico. Ahí está la obra del alquimista suizo Paracelso quien, en el siglo XVI, popularizó el término "elementales" y las palabras “gnomo” y “salamandra” para referirse a seres de la tierra y del fuego, el mismo que sistematizó las creencias sobre esta clase de espíritus en su Tratado sobre los elementales (1566). Pero no fue el único. Las obras del abate francés Villars o la del reverendo escocés Robert Kirk de Aberfoyle son muy reveladoras y divulgativas.

EL ARTE DE CLASIFICAR ELFOS

No pretendo hacer un resumen de lo que son las hadas, pero sí referirme a algunos aspectos que me han interesado especialmente a la hora de buscar una remota credibilidad en los relatos en los que intervienen. Conceptos como el alma, el tiempo y los dobles son pistas a seguir.

A la Iglesia cristiana le ha preocupado estos seres, de origen pagano, considerándoles demonios de poca monta que distraían a los humanos. ¿Acaso tenían alma? Según recogen diversas tradiciones, no tienen alma pero, sin embargo, están sujetos a las leyes de la muerte, no sobreviviendo nada de ellos cuando llega su fin, eso sí, con una longevidad que ya quisiera Matusalén. Esta es la razón de que uno de sus más vivos deseos sea el de adquirir un alma inmortal, algo que pueden lograr casándose con un ser humano, valiéndose de su poder de seducción y, al hacerlo, se convierten plenamente en humanos. Hay linajes y genealogías de familias nobles, tanto en Irlanda como en España, donde aparecen registrados, en sus escudos heráldicos, estas uniones sobrenaturales y la descendencia que tuvieron. Por ejemplo, Los Mariño de Lobeira en Galicia, los Miranda de Asturias, los Señores de Vizcaya, etc.
Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos. Una ardua tarea -y lo sé por experiencia porque en esa me embarqué hace unos cuantos años. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores –como los que está aportando la investigadora Liliana Chelli en Argentina- porque se basan en testimonios y documentos históricos, pero siempre ofreciendo una pequeña parte del fenómeno.

Por citar dos ejemplos, hay obras tan variopintas que van desde el libro que escribió el insigne Walter Scott “La verdad sobre los demonios y las brujas en el siglo XVIII” hasta “El diccionario de las hadas” (1992) de Katherine Briggs.
Qué duda cabe que todos ellas son muy válidos y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles, por hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que, analizados con objetividad, aportan una visión muy fraccionada de todo su mundo, complejo e intangible a partes iguales.

Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini Reynolds “Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas” y quedarnos como estábamos al principio: in albis. Porque, ciertamente, nos habla de hadas —terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…—, de duendes, gnomos, silfos, salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos de distinta calaña, pero redunda en más de lo mismo. Unos copian a otros y es lógico. No hay tantos datos que aportar. Las fuentes son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las mismas aguas.

UN MISTERIO MIOPE

Tal vez aquí radique una de las causas que explique el por qué nos obliga a los que investigamos el mundo de la Gente Menuda, a los que nos adentramos en los confusos límites del País Borroso poblado por miríadas de espíritus de la naturaleza, a tener una perspectiva miope de este misterio, porque misterio es al fin y al cabo intentar acercarnos a una civilización paralela a la nuestra y de la que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados suministrados por tradiciones orales o leyendas locales. Supone todo un desafío y un reto saber algo más sobre esta maravillosa Gente Menuda, aunque solo sea para darnos cuenta de que todo son puras fantasías. Pero ¿y si no lo fueran?

Si todo fuera tan fácil, como algunos pretenden, de que en el origen de estos relatos solo existe una burda quimera de nuestra imaginación o de que todo obedece a una fábula inventada para enriquecer la fantasía de los niños, poco más habría que añadir. Si las cosas fueran así de sencillas muchos pueblos y culturas del planeta se hubieran ahorrado mencionar a seres que pululan por cada uno de los elementos de la naturaleza y a los que desde antiguo se les ha rendido culto, se les ha reverenciado y se les ha temido. Si todo fueran simples cuentos de hadas, sin ningún fundamento serio, tal vez no nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la creencia ancestral en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones muy arraigadas en el inconsciente colectivo de ciertos pueblos.

Aún hoy, en ciertas zonas de Islandia, no se inicia una construcción sobre un promontorio élfico sin antes reservar un pedazo de terreno para estos misteriosos “hombrecillos ocultos” y son muchos los casos donde se producen “accidentes” inexplicables en las obras por no respetar su habitáculo, como ocurre en algunas excavaciones arqueológicas en el Yucatán que no llegan a buen término si no se hace una ofrenda a los aluxes o duendes guardianes del lugar. ¿Son cuentos de viejas o es que nos falta información?

EXPERIENCIAS ÚNICAS E INTRANSFERIBLES

Al lado de estas sesudas obras de divulgación que he mencionado existen otras donde sus autores respectivos cuentan sus experiencias personales con estos seres, sin ambages, sin medias tintas, sin ambigüedades, proclamando a los cuatro vientos su realidad, su clara existencia.

En ellas aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan,
todos ellos desde una perspectiva subjetiva y, por tanto, indemostrables. Hablan de ellos como si les hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de detalles su aspectofísico, su forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su actividad sexual. Me estoy refiriendo a obras como la del vidente británico Geoffrey Hodson “El mundo real de las hadas”, fruto de sus experiencias con estas criaturas o la obra del teósofo Charles W. Leadbeater “Los espíritus de la naturaleza: una evolución aparte”.

Esta tendencia literaria podría representar al sector crédulo, es decir, la de aquellos que no solo creen en las hadas sino que además afirman haberlas visto e incluso charlado con ellas. Serían “encuentros cercanos en la tercera fase” por utilizar una terminología ufológica, encuentros físicos que dejan huella en el testigo y que en raras ocasiones han sido registrados en documentos y manuscritos.

Por ejemplo, Plutarco describe la captura de un sátiro de orejas puntiagudas y rabo en el campamento de Dirraquio –en la actual Albania– en el año 83 a.C. , sátiro que muestran al jefe militar romano Sila, profiriendo entonces un “balido áspero y quejumbroso”.

Uno de los mejores conocedores fue el escritor norteamericano Evans-Wentz quien publicó un trabajo fundamental sobre estos seres con el título de “La creencia de las hadas en los países célticos” (1911) llegando a la conclusión de que las hadas son seres espirituales que existen realmente y que se pueden percibir en un estado alterado de la conciencia. Cita cientos de casos de encuentros entre seres humanos y seres élficos.

Sabemos que en los procesos inquisitoriales de la Edad Media y el Renacimiento existen abundantes testimonios de personas que dijeron haber tenido encuentros y contactos con espíritus familiares y con gnomos. Una bruja procesada en el año 1500 llamada Jeannne Hervilliers confesó que durante 36 años trabajó intensamente para proporcionar el alma a un gnomo con el cual mantenía relaciones sexuales regulares.
De la beata Magdalena de la Cruz dicen las crónicas que durante treinta años, desde los 12 años, tenía por amigo y confidente a un extraño ser muy similar a un gnomo. El médico español Torralba se proveía de los servicios sobrenaturales de Zequiel, un singular personaje de la España del siglo XVI que le ayudaba a transportarse por los cielos y recorrer distancias increíbles en pocos minutos... algo parecido se decía del párroco de Bargota un siglo después. ¿Sólo son fábulas? No nos dejemos engañar por lo anecdótico.

LA DISTORSIÓN DEL TIEMPO

Sería adecuado que nos acercáramos a esta especie de realidad o universo paralelo sin prejuicios, con cierta curiosidad y con todos los conocimientos y datos que tengamos a nuestro alcance. Ni negar ni aceptar nada a priori. Fijándonos en los aspectos más llamativos que en ocasiones nos pasan desapercibidos como, por ejemplo, el concepto del tiempo en casi todos estos relatos. ¿Por qué esa insistencia de que el tiempo transcurre más despacio en el país de las hadas y que, por tanto, puede ser peligroso para un ser humano el penetrar en esta dimensión?

Que yo sepa, la teoría de la relatividad de Einstein donde se plantea esa singular paradoja temporal se publicó en 1913 y la gran mayoría de estas leyendas proceden, por lo menos, de la Edad Media y se pusieron por escrito a partir del siglo XVI. Es una constante señalar que los visitantes humanos que entran y permanecen algunas horas en el País de las Hadas, cuando vuelven se encuentran que aquí, en nuestro mundo, han pasado años, si no siglos. Un enigma de tantos que está aún por desvelar.

El otro aspecto recurrente en los cuentos, que de paso nos está dando una valiosa información sobre su posible credibilidad, es el llamado changeling o historias sobre niños cambiados. En tiempos remotos, estas leyendas nos están hablando, con otras palabras, de infiltrados, de seres híbridos, de abducciones de bebés en sus propias cunas, ya que insisten en decirnos que por algún problema genético, ciertas madres feéricas tienen la necesidad de sustituir a sus hijos por algún recién nacido humano —preferentemente aún no bautizado— para llevárselo a su país. A cambio, dejan a otro de igual apariencia física pero de salud más precaria e instinto más maligno.

No todos valoran estos datos en su justa medida y creen que su inclusión en los relatos élficos obedece a la fantasía más pura, aunque las historias procedan de tiempos inmemoriales y desde latitudes tan distantes como Africa, Islandia, Japón, Escandinavia, islas del Pacífico, Norteamérica o España. Sería bueno leer algo de mitología comparada. Muchas de estas historias pueden provocar la sonrisa a más de uno; a otros les puede infundir un profundo respeto averiguar estas correspondencias. Cambian los nombres pero no sus actitudes.

LOS EFECTOS DE LA AMANITA

La tendencia escéptica, estaría representada por aquellos que se acercan al fenómeno no para negarlo rotundamente sino para interpretarlo y explicarlo desde otras posturas y enfoques algo más científicos y racionales. En esta línea habría que mencionar dos hipótesis de vanguardia que tienen mucho que decir: la antropológica y la médica.

La antropológica nos dice que la creencia en hadas, duendes y gnomos es fruto de valores culturales que se han ido heredando de unas generaciones a otras. Que tan sólo existen en nuestro ámbito cultural y, en todo caso, en nuestra mente. Algunos antropólogos opinan que su creencia actual sería una reminiscencia de antiguas razas o pequeños grupos étnicos ya desaparecidos de enanos o seres de tan baja estatura que convivieron durante cierto tiempo con el ser humano, hombrecitos cuyos comportamientos y deformaciones genéticas dieron pie a creer que vivían en el interior de las cuevas o de los árboles, generándose el mito y las leyendas sobre los gnomos y las hadas.

Una variante de esta postura antropológica la representan micólogos como el catalán Josep María Fericgla quien, en su libro “El hongo y la génesis de las culturas” (1994), aborda un estudio antropológico sobre la magia y el simbolismo de los pueblos primitivos, afirmando que todos aquellos que dicen haber visto a estas criaturas es porque antes han ingerido un determinado hongo, la amanita muscaria, cuyos efectos enteogénicos es el de provocar estados alterados de conciencia, generando extrañas visiones como la de ver lucecitas que se mueven, hablan y adquieren forma humana.
En definitiva, su teoría se basa, por una parte, en que la tradición sobre estos seres mitológicos está vinculada con zonas donde crece la amanita muscaria —Gales, Inglaterra, países nórdicos, Cataluña, etc.— y, por otra, en un aspecto iconográfico vinculante cual es la representación clásica de los gnomos —caperuza roja y cuerpo blanco—, similar a la forma de la amanita: “De esta ingestión –asegura Fericgla– deriva la existencia de los gnomos y los duendes que influyen en la vida humana, especialmente en lo emocional, lo fantástico y lo pasional”.

EL SÍNDROME DE WILLIAMS

El enfoque médico para abordar una posible explicación racional de este fenómeno feérico es bastante actual. Nos habla del Síndrome de Williams, una enfermedad genética que afecta a niños y aquellos que la padecen tienen unos rasgos físicos muy similares a los espíritus de la naturaleza: bajitos, con grandes orejas puntiagudas, boca monumental, narices chatas, ojos saltones, etc. Poseen excelentes dotes artísticas, con cualidades para la música y la narración de cuentos. La enfermedad fue diagnosticada en 1961 por el cardiólogo neozelandés J.C.P. Williams y afecta a uno de cada 20.000 niños entre la población mundial.

Bien es verdad que esta hipótesis está cogida por los pelos porque el hecho de que algunos investigadores hayan querido ver en estos niños -con sus correspondientes malformaciones genéticas- características similares a las que presentan los seres de las leyendas, propios del folclore de todas las épocas, es rizar el rizo. Qué duda cabe que se trata de una explicación sumamente forzada porque si bien a algunos de estos niños que padecían el síndrome de Williams hace siglos se les ha podido confundir con seres elementales de la naturaleza, este hecho no demuestra que el número de confusiones sea tan elevado como para hacernos creer que es el único cauce y la causa para que se propague las leyendas sobre duendes. Ya no sé cual sería más ingenuo: si creer en estos seres a pies juntillas o cerrar el caso pensando que todo se debe al síndrome de Williams.

Ninguna teoría explica la totalidad del misterio, pero todas ellas nos acercan a una realidad trascendente e inquietante que está esperando ser desvelada algún día mientras, de cuando en cuando, sus escurridizos habitantes se dejan ver en nuestro mundo tridimensional para jugar con nosotros al ratón y al gato. El problema es que no sé muy bien quién es el ratón y quién el gato.

DESAPARICIONES EXTRAÑAS

Se ha dicho que investigar estos temas no está exento de riesgos. Nos puede traer problemas de toda índole. Si conocemos el final que tuvieron algunos investigadores nos puede dar un pequeño escalofrío.

En el año 1691, el reverendo Robert Kirk, párroco de Aberfoyle, publicó su alucinante obra titulada
“The Secret Comonwealth of Elves, Fauns and Fairies” — “La Comunidad Secreta de Elfos, Faunos y Hadas”—. En ella, Kirk efectuó no sólo una recopilación de todo lo que se sabía en Escocia acerca de estas entidades, sino que intentó elaborar todo un tratado —inacabado— sobre su naturaleza, sociedad y costumbres. Pero justo al año de publicar su obra, murió de repente lo que dio pábulo a varias leyendas.
Una de ellas cuenta que en la noche del 14 de mayo de 1692, al no poder conciliar el sueño, salió a pasear por los alrededores de su casa, en Aberfoyle, encaminándose a un montículo cercano conocido como "Fairy Knowe", con tradición de ser una de las moradas de las hadas, lugar en el que, curiosamente, debió sufrir un ataque de apoplejía, muriendo al instante.

Cuando la noticia se extendió, surgieron rumores de que las hadas lo raptaron por haber divulgado sus secretos. ¿Qué es lo que reveló? Entre otros secretos, en su obra dijo que el cuerpo de las hadas es de una naturaleza ligera, mudable y sutil, que asimilan la vestimenta y el lenguaje del país que habitan o que tienen la capacidad de regular su aspecto, color y tamaño.

Otra leyenda afirma que dejaron en su lugar a un facsímil o doble changeling del reverendo Kirk, que fue lo que realmente enterraron sus paisanos, mientras que su cuerpo real era arrebatado a la morada del "Pueblo Gentil", también llamado de la "Buena Gente".

Si enigmático fue el final de Robert Kirk, no lo es menos el de otro estudioso de estos temas. Me refiero al Abate de Villars, autor del libro El conde de Gabalis, muerto en el año 1675, también en extrañas circunstancias, de un tiro de pistola. Voltaire, en su obra "El siglo de Luis XIV", se hizo eco del rumor que decía que los silfos —criaturas aéreas— lo habían asesinado por haber revelado parte de sus misterios. En cambio, el esoterista Stanislas de Guaita, nos aporta otra versión: "el abate de Villars, habiendo profanado y puesto en ridículo los arcanos de la RosaCruz, en la que estaba iniciado fue condenado por un tribunal popular y ejecutado en pleno día en la carretera de Lyon".

En cuanto a investigadores y folcloristas españoles, los cuales han constituido mis fuentes básicas y primordiales, no conozco a ninguno que haya sido arrebatado por las hadas o haya tenido una extraña muerte por investigar estos asuntos sino, antes bien, han tenido una vida longeva, como Constantino Cabal, José Miguel de Barandiarán, Publio Hurtado o Julio Caro Baroja.

Dicho esto, me curo en salud a la hora de exponer algunas ideas personales tras estos años de aproximación a un fenómeno que no deja indiferente a nadie: se acepta o se rechaza.

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